Clase CUATRO: Hacia el 2030: ¿nuestra? Agenda

CLASE 4: Hacia el 2030: ¿nuestra? Agenda 💡


Antes de continuar, es preciso recordar que la presente unidad, sobre el recorrido histórico del concepto de desarrollo, comienza con la situación previa al desembarco europeo en América. Resumiendo, se destaca la labor de las comunidades, las ideas propias de bienestar y su manera de conseguirlo. Posteriormente, desde el año 1492, empezó a forjarse el ideario moderno del desarrollo. Para nuestro análisis, se trata del “primer momento”, y abarca dos cuestiones. La primera, los “orígenes del capitalismo”, donde se destacan las guerras coloniales, las revoluciones agrícolas y técnicas, y la revolución socialista e influencia de Marx, como los acontecimientos que dieron lugar a las diferentes interpretaciones o conceptos de desarrollo. La segunda, desde los años 50 hasta el año 2000, es la globalización neoliberal, la posguerra o la “era del desarrollo”, donde repasamos la emergencia de otros enfoques sobre el ideario de desarrollo.

Ahora bien, consideremos al “segundo momento” de nuestro recorrido como una construcción para evidenciar la “situación de insuficiencia teórica”, que plantea Quetglas (2012), al momento de preguntarnos si, ¿de verdad, sabemos que es el desarrollo? Para el autor, “sabíamos” … lo que era el desarrollo pero, actualmente, no sabemos lo que es.

👀 Ted x Talks (2012). TEDxRioLimay - Fabio Quetglas - Había una vez un horizonte…  👇  

Como podemos apreciar, en el vídeo, se advierte una ruptura paradigmática donde, por ejemplo, el PBI es obsoleto para medir al desarrollo, pero los indicadores de reemplazo también lo son. Es decir, el fenómeno que se busca “medir”, el desarrollo, “ya no es más el que era”. Quetglas (2012 ) argumenta que existía “un horizonte” que facilitaba la comprensión del desarrollo pero, en nuestros días, definir este concepto supone un mayor desafío. De este modo, arriba a la conclusión de que, “probablemente, el desarrollo no exista”. Es decir, la modernidad instaló un paradigma singular, cuestionable desde nuestra mirada, pero coherente. Coherencia que se construyó asociando el desarrollo con una mayor producción industrial y el crecimiento económico.

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Esta visión estaba muy convencida y acrítica, algunos de los indicadores utilizados, menciona el autor, vinculaban al desarrollo con el incremento en el consumo de energía o en la producción de basura. En efecto, nos invita a reflexionar sobre la “inoperancia” de estos indicadores ya que, actualmente, nos dirían que ciudades como Copenhague serían menos desarrolladas que Lima, por ejemplo.

Sin lugar a dudas, el paradigma “industrial” se encuentra roto y desdibujado, junto con el “horizonte” que planteaba la visión lineal del desarrollo. Sin embargo, si miramos alrededor del planeta, las sociedades se encuentran ensayando alternativas para emprender el camino hacia el “ideario central de desarrollo”. En consecuencia, puede que “el significado universalista del desarrollo no exista”, pero coincidimos que “los desarrollos”, si existen. En tal caso, vincular el desarrollo a la diversidad contextual y suponer que no existe un horizonte “ideal” representa, según Quetglas (2012), un desafío majestuoso para las ciencias y la academia. Antes, con la premisa de industrializar, los esfuerzos por el desarrollo se orientaban a “copiar como…”, ya que la respuesta estaba dada. Ahora, en medio de cierta “ecología de la diversidad”, “es mucho lo que no sabemos”, aunque sí sabemos, que el desarrollo es un concepto en debate ideológico. En ese punto, la diversidad constituye un estímulo social para la creatividad, pensando el desarrollo, como una construcción cívica y de largo plazo, que requiere sentar las bases del proceso y sostenerlas en el tiempo

Junto al argumento de Quetglas (2012), en el “segundo momento” de nuestro análisis, consideramos a la Agenda para el desarrollo después del año 2015. Acorde a esto, enfatizamos en los lineamientos del documento final de la ONU, titulado “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Nuestra propuesta es debatir si los objetivos planteados constituyen un “nuevo horizonte”, reivindicando la diversidad y el respeto por las identidades locales.

Para contextualizar, la Agenda determina un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. También, tiene por objeto fortalecer la paz universal, dentro de un concepto más amplio de la libertad. Asimismo, considera que erradicar la pobreza es el mayor desafío que enfrenta el mundo y es el requisito indispensable para alcanzar el desarrollo sostenible.

ΑΝΤΩΝΗΣ ΓΑΡΑΣ – Noam.gr

Por ello, pensar en la Agenda como una nueva “hoja de ruta”, para alcanzar el desarrollo, demanda algunas reflexiones. Es decir, durante el recorrido histórico del concepto de desarrollo, vimos cómo las “recetas universalistas” generaron mayor sub desarrollo y pobreza que prosperidad. En definitiva, la ONU es una institución “nacida de la posguerra”, contexto en el cual Estados Unidos definió su misión global y la relación con el resto del mundo.

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A raíz de esto, y con el prudente análisis contextual, nos parece necesario interpelar la Agenda, la institución desde donde surge y, fundamentalmente, el rol de este organismo, en los años 50, cuando realizó aportes en la construcción del “mito prometeico” del desarrollo. 

Por otro lado, el sentido “historicista” de los lineamientos metodológicos, que la Agenda propone para alcanzar los objetivos, representa una oportunidad para llevar a cabo las iniciativas. Es decir, la Agenda ha sido aceptada por todos los países y, si bien es aplicable a cada uno, pondera las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de todos, respetando las políticas y prioridades nacionales. A tal punto, que los objetivos y metas son universales, en el sentido que afectan al mundo entero, tanto a los países desarrollados como a los países en desarrollo. En suma, los objetivos ponen el acento en las personas, en el carácter holístico, integrador e indivisible del desarrollo. Asimismo, deben implementarse teniendo en cuenta la realidad, la capacidad y el nivel de desarrollo de cada país o territorio. A su vez, respetar las políticas y prioridades territoriales, conjugando las tres dimensiones del desarrollo sostenible: social, económica y medioambiental.

Valoramos la proposición de cada país como el principal responsable de su propio desarrollo económico y social, como también, la importancia otorgada a las políticas y las estrategias de desarrollo nacionales. En principio, la Agenda muestra cierto respeto por los márgenes normativos. Paralelamente, por el liderazgo que cada país ponga en práctica, para la formulación de políticas orientadas a la erradicación de la pobreza y la promoción del desarrollo sostenible. A diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), [1] los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son objetivos de desarrollo para todos los países, en los que se deben involucrar todos los estados, todos los agentes territoriales (gobiernos, academia, sector privado, empresas, sociedad civil, etc.) y todas las personas.

OUSANEG Programas ::::

En síntesis, resaltamos la compatibilidad de la agenda con las diversas normas y compromisos nacionales existentes.

A modo de cierre, la Agenda contiene definiciones políticas y éticas, legitimadas por todos los países. Para algunos, estas definiciones, se constituyen como el marco conceptual sobre “el desarrollo”, al menos hasta el año 2030. Será cuestión de tiempo corroborar si estamos frente a una estrategia que persigue el bienestar y el cuidado de los recursos, para la población mundial, o si estos lineamientos constituyen otra “receta” concebida desde y para salvaguardar el interés de los países centrales y el poder económico. El siguiente artículo proporciona una mirada crítica respecto a este tema:

RIVERO CUADRADO, M., “Quemar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para abonar una nueva agenda común global”, El Salto, Madrid, 21 de noviembre de 2018.

Más allá de lo que expresa Rivero Cuadrado (2018), desde este espacio, consideramos que cualquier tipo de acción, tendiente a revertir el cambio climático y mitigar la pobreza es válida, aunque debe ser ejecutada reivindicando las identidades territoriales, en todo momento. Por último, destacamos el argumento de Quetglas (2012) cuando se refiere al desarrollo como un orden conflictivo y, desde un lenguaje emancipador, lo posiciona como una opción ética, la cual presupone una plataforma institucional, un reconocimiento ciudadano, el cuidado de los recursos, una forma de resolver los conflictos y un modo de mirar el futuro.

Para cerrar, miramos al desarrollo como un desafío político y un concepto en disputa que, indudablemente, debe abarcar la interpelación de nuestros propios prejuicios, en relación a lo que pensamos sobre actividades y personas. En el siguiente vídeo, podemos ver como Quetglas (2012) se refiere a esta situación:

👀 Ted x Talks (2012). No al subdesarrollo sustentable: Fabio Quetglas at TEDxUTN. 👇



[1]  Eran objetivos de desarrollo para los países en desarrollo, una agenda de lucha contra la pobreza, ejecutada por medio de la cooperación internacional. Se entendieron como objetivos de desarrollo no interrelacionados y no se tuvieron en cuenta la situación de partida de cada país, de cada territorio, ni sus capacidades, prioridades o recursos para alcanzar las metas propuestas.