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Resumen:
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Este libro se propone mostrar la necesidad de respetar el Orden existente, fijado por normas y principios culturales, y que el mismo no es tan precario ni anárquico como cierta doctrina lo describe. Dentro de ese objetivo, sobresale la insistencia en desterrar la violencia ilícita. En este sentido, el autor condena tanto los atentados fundamentalistas cuanto las medidas de fuerza adoptadas por las potencias ultra vires, es decir, más allá de sus competencias. Según la tesis de este libro, los países militarmente fuertes han exhibido un ejercicio cruento del poder a lo largo de la historia, estableciéndose una lucha -imposible de ignorar- entre la capacidad fáctica y la capacidad legal. Lo que no puede hacer la teoría, según Hugo Gobbi, es justificar esa antinomia ni aceptar los sofisticados esfuerzos intelectuales de sus apologistas. Así, en este camino de legalizar o moralizar conductas que no responden a principios establecidos, se llevaron a cabo acciones que fueron más allá de la legítima jurisdicción, resultando por lo tanto ilícitas, por ejemplo, la intervención de la OTAN en Kosovo y la del Pacto de Varsovia en Praga, acciones que, en el fondo, sólo buscaron esconder profundas motivaciones estratégicas. El más importante principio moral de este difícil tiempo es respetar las obligaciones contraídas, y cumplir con la palabra empeñada. La violación de una norma jurídica, libremente consentida, es asimismo un error ético. Los Estados periféricos se esfuerzan por cumplir sus obligaciones, tanto políticas como financieras. Los Estados dominantes deberían adoptar un comportamiento similar.
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